Simbología Eliasista

En este espacio publicaremos parte de la simbología que dejó el Enviado Divino Roque Jacinto Rojas Esparza, Elías el Prometido.

 

ACERCA DE LA TRIADA DE CRUCES DEL ELIASISMO Y SU RELACIÓN CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

 

Breve Introducción.

 

En respuesta a las variadas interrogantes que me han sido enviadas por vía de esta página virtual, he escogido para iniciar este ciclo de publicaciones el apasionante tema de la Tríada de Cruces del Eliasismo, por la expectativa que ha causado principalmente después de la última preparación de mar en Acapulco. Agradezco a las personas que me dirigieron sus comentarios y preguntas, y con este inicio trataré de ir dando satisfacción a sus expectativas.

Antes de ampliar sobre el particular convendría hacer alguna puntualización  en relación a la naturaleza del término “cruz”; en el eliasismo la palabra “cruz” es entendida textualmente por sus raíces etimológicas: “crux, crucis” que se refiere a la figura formada por dos líneas que se atraviesan en un ángulo de 90º, esto es,  que se cortan perpendicularmente” entre sí. (Diccionario de la Real Academia Española).

Por tanto este término para nuestro trabajo no se debe confundir con la palabra “crucifijo” que deriva del latín “crucifixus”, es decir, el o lo que está fijo a la cruz, relativo eventualmente a alguien que ha sido fijado de alguna manera a una cruz, y que por antonomasia se relaciona con la imagen de Jesús de Nazareth llamado El Cristo, crucificado en el martirio del Gólgota.

Se aclara entonces que las cruces en el Eliasismo no se refieren per se, a una crucifixión, sino al encuentro de líneas perpendiculares que crean una figura, al aspecto meramente geométrico del trazo; aunque ciertamente una de las cruces de la triada es el llamado Crucifijo Mexicano Elías y representa claramente a un crucificado con todo el simbolismo sagrado que esto representa.

Debo apuntar también que estas tres cruces no son las únicas que existen en la vasta simbología del Eliasismo, hay otras como La Cruz de Siete Exijas que es el símbolo exclusivo de La Segunda Iglesia Rabínica de Esmirna o El Crucifijo de plata que el propio Roque Rojas portaba cotidianamente y que hoy se utiliza en el ritual del Requiem o Sagrado Despacho de las almas para los difuntos.

La Tríada de Cruces arquetipo de la simbología eliasista.

Existen en la Iglesia Mexicana de Elías tres símbolos que son paradigmáticos de la simbología eliasista, estos son:

Estos tres símbolos tienen una relación directa e ineludible con uno de los temas teológicos y filosófico-religiosos más comentados desde la antigüedad en diversas culturas, la profunda cuestión de la Santísima Trinidad; ciertamente las tres cruces fundamentales del Eliasismo se relacionan de manera biunívoca con las tres personas divinas de la Santísima Trinidad cristiana, a saber, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo, correspondiendo a la Cruz de Moisés la representación del Padre, a la Cruz de Jesús la representación del Hijo y a la Cruz de Elías la representación del Espíritu Santo.

 

Asimismo significan LA EXPRESIÓN MESIÁNICA, esto es, la llegada al mundo físico de los Enviados de Dios que han sido prometidos por la divinidad misma para un fin determinado y cuya presencia es siempre manifestada y de manera exclusiva al Pueblo Elegido de Dios, a saber:

  1. Primer Tiempo o Era Judaica con la llegada del Enviado Divino (Mesías) Moisés de Leví “El Hijo de las Aguas”, etapa que va del encuentro de Moisés con la zarza ardiendo en el Sinaí, hasta el comienzo de la misión de Juan el Bautista.
  2. Segundo Tiempo o Era Cristiana, la cual empezó con el inicio de la misión de Juan el Bautista y terminó hasta el año de 1866 con la Revelación de Iztapalapa.

III. Tercer Tiempo o Era Eliana que principió con la denominada Revelación de Iztapalapa dada al Divino Enviado Roque Jacinto Rojas Esparza en el año de 1866 en México y reafirmada tres años después con la fundación de la Iglesia Mexicana Elías en el año de 1869.

Pero además contienen como símbolos de activa expresión, la fuerza espiritual de las tres afirmaciones cosmogónicas más preclaras y palpables entre el género humano, llegadas desde la divinidad suprema.

Ciertamente: el PODER, el AMOR y la LUZ son las tres cualidades, las tres formas, las tres maneras (permítame redundar) en las que El Altísimo se manifiesta en todo.

EL PODER que es creador, que también conserva y que finalmente destruye para hacer cumplir los ciclos de la creación misma, siendo la naturaleza cósmica y planetaria la manera más definida para contemplarlo.

EL AMOR es el dador por el que toda vida animada y materia inanimada han sido, el amor es sinónimo de verbo creador y emanante que en el lenguaje de Juan el Evangelista se describe con gran convicción en el capítulo primero de su evangelio.

Al alcance del género humano el amor no es precisamente el sentimiento que se registra en nuestras sensaciones comunes, sino una manifestación que aún carente de sensación sentimental actúa en forma de actos los cuales siempre se traducen como: 1. Caridad, 2. Perdón y 3. Sacrificio, estas tres virtudes convertidas en conducta humana son el trípode del Amor y sostienen en diferentes formas al mundo civilizado para que permanezca lo más estable posible.

Asimismo como virtud divina el Amor es la principal fuente de prodigios materializados de los que comúnmente conocemos como milagros; lo anterior es claro si tomamos en cuenta que la caridad divina es una fuente vastísima de gracia, esto es, un manantial abundante -por decirlo de algún modo- de ayuda y bendiciones poderosas que se traducen en beneficios materializados de diversa naturaleza (salud, trabajo, paz, etc.) que a su vez se traducen como bienestar y felicidad.

LA LUZ vista como manifestación de la Divinidad se puede expresar como una metáfora hermosa de todo aquello contrario a la obscuridad, la claridad del día por encima de las tinieblas nocturnas, la conciencia en medio del oscurantismo, el arte en contra de lo grotesco, la ciencia por encima de la necedad. Junto con el amor es la chispa que hace al humano simplemente ser auténticamente humano.

Como complemento ideal de lo antes expuesto, convendría hacer un viaje histórico a través de las culturas más representativas de la antigüedad y su entendimiento del fascinante tema trinitario, lo que invito hagamos en nuestra próxima entrega.

 

 

 

 

SEGUNDA PARTE.

 

El Ministerio de la Santísima Trinidad (Estudio y análisis histórico)

 

Hablar de la Santísima Trinidad, de la Trinidad Divina es comentar sobre uno de los temas más tortuosos y controvertidos de todos los credos, desde la península del Indostán en la India antigua, hasta los pueblos occidentales modernos; pasando por Europa y desembocando en la tierra de promisión de nuestro Continente Americano.

La creación del mito llamado «Misterio de la Santísima Trinidad».

En la literatura del Nuevo Testamento no se aclara la naturaleza de esta estructura compleja que para la versión oficial, es de que la trinidad divina son “tres personas distintas y un solo Dios verdadero”, el caso muy particular de la Trinidad Divina compuesta por Padre, Hijo y Espíritu Santo donde los tres son iguales pero a la  vez distintos, crea una situación que le rodea como verdad religiosa o como artículo de fe, y que se ha complicado desde hace más de 1700 años, cuando los primeros cristianos en su afán por interpretar las escrituras sagradas o fundamentar los principios de su fe, llegaban a verdaderos excesos teológicos y manifestaciones de fe que rayaban en la impiedad herética, o en varios casos se mostraban incluso como auténticas manifestaciones de fanatismo sangrientamente religioso.

La primera vez que se trató seriamente y en consenso sobre la Trinidad Divina como hoy la conocemos, fue en el 325 d.C. durante la realización del Concilio de Nicea, ahí se discutió acaloradamente la naturaleza y origen del concepto de Trinidad aplicado al Padre como Dios Supremo, al Hijo como la Persona de Jesús y al Espíritu Santo como una esencia de Dios, inmaterial, pero activa. En esa reunión de Nicea se presentaron dos principales posiciones contrarias, ambas fuertes en su arraigo entre los fieles: La primera fue una explicación del Presbítero y escritor griego de nombre Arrio, postura que fue llamada arrianismo debido a su ideólogo; y la segunda en contraposición al arrianismo fue presentada por el Patriarca de Alejandría de nombre Atanasio, postura que sería llamada más tarde Credo Atanasiano o Credo de Nicea y del cual se derivaría casi directamente el credo católico romano actual.

Arrio rechazaba que Jesús siendo el Hijo fuera en divinidad igual al Padre, decía que Cristo era la primera de las creaturas venidas al mundo por voluntad del Padre, pero que no era de la misma naturaleza que Dios, negaba la generación eterna del verbo al decir que había tenido un principio y tendría entonces un final; esta teoría, revolucionaria para su tiempo, socavaba los cimientos mismos de la aún rudimentaria iglesia, pues rompía con el dogma de la Trinidad. Por su parte el patriarca Atanasio, aseguraba que la trinidad se trataba de tres personas distintas y de un sólo Dios verdadero, es decir, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Ambas propuestas fueron defendidas por sus partidarios y duramente combatidas por sus detractores. Dos meses duró la discusión de este tema sobre la Trinidad dentro del Concilio de Nicea, que terminó en un verdadero zafarrancho, cuando en el momento en que Arrio con las escrituras en mano, intentaba demostrar a los oyentes que El Hijo, o sea, Jesús el Salvador no era igual en divinidad que el Padre; y por tanto, no eran ambos el mismo Dios, sino que Jesús era el Hijo de Dios; Nicolás de Mileto un epicospoi griego se levantó y se lanzó contra el sacerdote Arrio golpeándolo; mientras los demás obispos salían corriendo con los oídos tapados para no escuchar más los argumentos del arriano.

Nace el llamado “Misterio de la Trinidad ”

 

El resultado conocido de este Concilio fue que la naciente Iglesia declaró herejes a Arrio y a sus seguidores, su doctrina se declaró como la primera herejía de la historia y se aceptó la postura de Atanasio para declarar posteriormente al dogma de la trinidad, como un misterio de la religión; esto es, como incomprensible para la razón humana.

Arrio fue desterrado por orden del emperador Constantino y se refugió en el mediodía de Francia, aunque más tarde sería llamado por el emperador que lo desterró y a cambio se desterraría a Atanasio; sus ideas arrianas se vertieron en un libro llamado «El Festín».

No obstante la condena, el arrianismo fue religión oficial de los visigodos en casi toda la Europa Occidental por cerca de 200 años, hasta el 589 d.C. año en que el rey visigodo Recaredo I de España, renunció públicamente al arrianismo y convocó al III Concilio en Toledo. Con este acto más de política que de fe, comenzó la implacable persecución y ejecución de los arríanos en todo el territorio español y parte del francés y posteriormente por toda Europa, donde miles de inocentes de todas las edades  fueron martirizados y ejecutados cruelmente (en ocasiones por mera presunción).

Atanasio por su parte después de constantes destierros, alternados con su respectivo perdón, fue canonizado como San Atanasio de Alejandría, declarado «padre de la iglesia» y más tarde reconocido como el Padre de la Ortodoxia Griega.

Pero el dogma de la Trinidad ahora tomado como misterio, no era nada nuevo aún en tiempos de Arrioi Teófilo de Antioquia hace ya referencia a la trinidad, aunque no con el nombre de trinidad en el año 180 a.C., y la refiere como: El Padre, su palabra (verbo) y su sabiduría. El nombre de trinidad (trinitas) fue empleado por vez primera a través del apologista cristiano Tertuliano de Cartago durante el siglo II de la era cristiana.

 

 

 

 

TERCERA PARTE.

 

La Trinidad Divina en otros pueblos.

A pesar del revuelo que levantó en el siglo II en Europa, la idea de la trinidad como concepto teológico y/o cosmológico era conocida ya varios siglos antes del cristianismo y aún del judaísmo; por religiones de culturas tan antiguas y avanzadas como las de la India y Egipto; pero además otras culturas como la de los nórdicos de Escandinavia y de los sacerdotes druidas célticos ya comprendían y mencionaban a su propia trinidad, reconociéndola con el alto grado de divina.

La Trinidad de la India.

Así tenemos por ejemplo en la India a la Trimurti, Trinidad formada por Brahma, Vishnú y Shivá, donde Brahma es la deidad principal como Creador, Vishnú el conservador y Shivá es el complemento como destructor.

Para comprender mejor estos conceptos, citemos un verso de los libros sagrados del Indostán: <cuando la Trimurti (trinidad sagrada) se aparece a Atri> «uno de ellos <de la trinidad> le habló y le dijo: aprende y sabe que entre nosotros no hay diferencias. El ser se manifiesta en sus tres formas: como creación, como conservación y como destrucción, pensar en una de ellas es pensar en todas, es decir en un Dios Único y Altísimo».

Aunque se sabe que la trinidad con Brahma a la cabeza es posterior, porque en los Vedas (los textos más antiguos de la India) la trinidad que se menciona es la formada por Súrya o Savitri el sol, Váyu el aire, el atmosférico y Agni el fuego terrestre. En una obra literaria antiquísima de la india llamada Nirukta de Yáska se menciona a esta trinidad como única y se dice que todas las divinidades existentes son sólo formas y procesos de alguno de los tres. A Savitri se le llama Padre Celestial, materialmente se le identifica con el sol, aunque el sol sólo sea su vehículo material, de forma semejante como el cuerpo es la “envoltura” del alma; Agni mientras tanto, es el fuego divino que se convierte en fuego físico para beneficio del mundo, para su presencia en la tierra cuenta con la asistencia de un padre terrestre llamado Tchvastri que significa literalmente «carpintero», pero su parte divina -ya que desciende del cielo- es concebido en un seno materno por gracia de Vayú que es la parte sutil, etérea, es el mismo Espíritu de Dios que da vida y se representa físicamente por el viento que es aire en movimiento y sin el cual el fuego no podría encenderse, no podría existir, ni alumbrar.

Tal es la primera trinidad que como presencia divina aparece en la historia de la humanidad; y al conocerla no se pueden excluir del pensamiento algunas semejanzas que existen entre la Trinidad Védica y la Trinidad Divina que ahora conocemos.

La Trinidad Egipcia.

En el Egipto de los faraones tenemos la presencia de la Trinidad de Menfis donde Ptah «El Gran Arquitecto del Universo» es la primera persona, Sekhm’ét su esposa que es la deidad de la alimentación «La leona coronada con el disco solar» es la segunda persona y Nefertj «El guardián del sol», hijo de los dos, es la tercera persona.

Pero es en la ciudad de Tebas donde se encontraba la trinidad de mayor importancia en el imperio egipcio; formada por Amón el Padre, Muth su esposa y su hijo Khonsu; en esta trinidad la persona principal era Amón también llamado Amén o Amún; deidad que es identificado por algunos autores como el mismo Dios traído a Egipto a través de la tradición de los hititas y que por tanto debía ser el mismo Yavé de los Hebreos, que más tarde se identificaría con el Padre Eterno; Mut es una deidad femenina de la que se tiene poca información y de quien se sabe que su nombre se define simplemente como «La Gran Madre» o  “La Madre Universal», nombre que nos recuerda algunos de los apelativos dados en varias ocasiones a La Virgen María; Khonsu era el «El Hijo por Adopción» de Amón, pues éste carecía de hijos propios dada su calidad divina -aquí se nos recuerda a la realización de los Hijos de Dios por gracia del espíritu de adopción- Khonsu era una deidad de grandes poderes terapéuticos, compasivo y amable y se decía que sus efigies eran capaces de realizar milagros. En la Ciudad de Abidos se presentó la Trinidad formada por Osiris, Isis y Horus.

La Trinidad Nórdica.

En el libro sagrado “El Edda” de los escandinavos se habla de la Trinidad del Valhalla (cielo empíreo) que era formada por Wotan también llamado Odín, Creador del universo, Padre de todos los dioses y de los hombres cuyo ojo brillante al que nada escapaba era el sol; por Donar también conocido como Thor señor del trueno y de la tempestad, protector de la agricultura y del pastoreo, su insignia era el mallete o «poderoso martillo de mando»; y por Zio o Tyr, señor de la guerra, su símbolo era la espada radiante. Esta trinidad se asemeja a la Trinidad Divina de los hindúes: Votan es el creador, Donar el conservador y Zio el destructor, aunque a diferencia de la India aquí cada deidad es un ser individual y no parte de un todo.

La Trinidad Druídica.

Entre los celtas y los bretones a través de la tradición sagrada de los druidas -sabios sacerdotes y magos- sabemos que la Trinidad Sagrada se componía por la triple derivación de un solo elemento, el cual se derivaba en tres vertientes de aspecto especial cada una: Hea el fuego potente e inextinguible por excelencia; Tharán el fuego eléctrico e iluminador entre la obscuridad, que disipaba las sombras tenebrosas de la noche; y Belgra el fuego solar que fecunda a la tierra. En esta trinidad aunque el orden varía, se presentan los tres aspectos de la manifestación de Dios para la moderna teogonía: El Ser Poder en Hes, el Ser Luz en Tharán y el Ser Amor en Belgra.

La percepción de la Trinidad en la conciencia del hombre.

«No temas nada y regocijaos: Señor, he sentido tu presencia y he temblado. Por que Dios ha reincidido sobre los hombres, en otro tiempo por el temor pero en la actualidad nos gobierna por el amor. Debemos ser reservados, cuando se trata de los dogmas secretos que Dios nos revela» Así se referían los cabalistas, ante la posibilidad humana de discernir ciertamente en cuanto a la naturaleza divina.

Pero, en los tiempos insondables del principio, en los que una incipiente unidad cultural o una deficiente organización social caracterizaba a los grupos humanos: ¿Cómo fue posible que en el pensamiento del hombre de diferentes épocas y tan distantes culturas, la idea de la Trinidad Divina se haya hecho patente? ¿Cómo se hace factible que una aparente complicación mitológica, sea tan similar y tenga tantos puntos de convergencia, en tan disímiles latitudes? ¿Cómo se entiende que el pensamiento humano en diferentes medios, haya concluido en la idea de diversidad dentro de la unidad de un Todo Divino, y que precisamente esa diversidad se encierre en tres vertientes o formas? Para muchos credos se considera que la idea y concepto sobre la Trinidad ha sido dada al hombre de forma indirecta, por medio de la iluminación impuesta del Espíritu de Dios al entendimiento de sus escogidos y estos a su vez han sido portavoces del divino mensaje; para otros se considera que estos conceptos tan avanzados son el fruto de la inspiración recibida directamente desde lo divino.

En la cuarta y última parte de éste artículo nos referiremos a la Trinidad Divina en la Doctrina Eliasista.

 

CUARTA Y ÚLTIMA PARTE.

 

La Trinidad Divina en la Doctrina Eliasista

La concepción que en nuestra doctrina eliasista se tiene de la Trinidad Divina, es muy semejante en términos generales a la que en las diferentes iglesias cristianas se profesa; creemos y aceptamos a la Trinidad formada por El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo. Pero sería conveniente aclarar algunos detalles y destacar las divergencias.

Comencemos por aclarar que nuestra amada doctrina es plenamente monoteísta, lo que significa que cree, reconoce, ama y adora a un solo Dios, Único y Verdadero; Excelso y Eterno, que es padre de Jesús de Nazareth, por lo que afirmamos de manera categórica que Jesús no es el Eterno mismo, sino el Unigénito de Dios. Negamos la existencia de un Dios Padre, un Dios Hijo y un Dios Espíritu Santo, pues esto nos da tres dioses y el Altísimo es sólo Uno, “El Eterno es Uno” como lo cantara el salmista.

YAHVE El Señor de los Ejércitos, el Padre, como Poder se manifestó en toda su Potencia en el primer tiempo mesiánico, durante la época judaica, el nombre revelado entre los humanos fue YAHVE el innombrable y su vocero enviado además de prometido y por tanto  verdadero Mesías para ese tiempo fue Moisés de Leví.

El Hijo se manifestó como Amor Divino en el Segundo Tiempo y en el cuerpo santo de Jesús, el Rabí de Galilea, hijo prometido para Israel y Mesías verdadero, siendo él su propio vocero por voluntad de su Padre que es el mismo YAHVE.

El Espíritu Santo ha venido en este Tercer Tiempo en esencia y su vocero prometido y por tanto verdadero enviado divino, -esto es, verdadero Mesías en la lengua aramea- es Roque Jacinto Rojas Esparza, mejor conocido como Roque Rojas y en quien reconocemos la Segunda Venida del Profeta Elias Thisbita sobre la Tierra, para reunir a los padres con los hijos y a reinstaurar a las Doce Tribus de Israel de acuerdo a las profecías del profeta Malaquías y del libro de Eclesiástico.

Con respecto a la Trinidad, uno de los hechos más notorios en nuestro credo, es que el Maestro Roque Rojas nos entrega y enseña un símbolo al que conocemos como Triangulo Trinitario que representa a las tres Divinas Personas; pero este triángulo además de ser trinitario también es Mariano, se denomina Triángulo Trinitario Mariano; es decir, contiene también a la persona de María como Ser Divino. De esta forma el Enviado Elías coloca a María Santísima en el sitio que le corresponde, como la manifestación del eterno Femenino, como la cosmogonía materna y no sólo como la presencia de una mujer santa. Creemos y aseguramos que el espíritu de María, la Madre Purísima de Jesús, es un ser excelsamente divino y superior encarnado en la Virgen María de forma análoga a como sucedió con el Verbo en el cuerpo humano de Jesús. El Triángulo Trinitario Mariano nos asigna de la siguiente forma: «En el Nombre del Padre, En el Nombre del Hijo, en el Nombre del Espíritu Santo y en el Sagrado y Dulce Nombre de María.»

 

Concepciones variadas del Espíritu Santo

Este problema teológico en particular ha dado pie a diversas versiones, los teósofos por ejemplo consideran al Espíritu Santo como una entidad femenina, «el noúmeno, una mera abstracción de la naturaleza» le llaman y de esta forma lo relacionan con el espíritu del eterno femenino de la antigüedad, aquel que de acuerdo a los gnósticos del siglo I anidó en María para engendrar al Hijo de Dios, con esa esencia que los católicos llamarían más tarde La Inmaculada Concepción y que de ninguna manera es exclusiva del catolicismo, pues constantemente con otros nombres se ha manifestado siempre entre todos los pueblos principales de la antigüedad y aún en la actualidad se sigue manifestando como apariciones de una madre amorosa que en el horizonte cristiano regularmente se relaciona con la Virgen María.

Sirva de ilustración el caso de la Señora del Tepeyacac -hoy Tepeyac- llamada Tonatzin por los antiguos mexicanos, muchísimos años antes de la llegada de los españoles a América este cerro ya era motivo de peregrinación y veneración para los pueblos indígenas de Mesoamérica y de algunos otros que venían desde lo que hoy es Centroamérica; en este cerro sagrado se manifestaba la «Madre de todos» como un ser lleno de amor y divinidad que escuchaba con atención a sus hijos y les brindaba su auxilio. Esta manifestación materna de la amorosa Tonatzin, sería más tarde apropiada por el culto católico en un sincretismo que se repite invariablemente en toda la América invadida por los evangelizadores, a la Madre de todos Tonatzin la transformaron en la llamada Virgen de Guadalupe –a la cual era devoto Hernán Cortés- por la iglesia romana.

Nos dice el gran estudioso de los pueblos prehispánicos de México Guillermo Marín en su página Toltecayótl: “De la misma manera que en la religión Católica, existe una sola Virgen, con múltiples advocaciones. De esta forma, no existían “dioses” –en el México Prehispánico- como los europeos han insistido en afirmar. Las diferentes advocaciones de la divinidad suprema los españoles las interpretaron como “dioses”, pero jamás se tuvo esa idea en el México antiguo. Por esta razón aparece “Tonantzin, nuestra madre querida”. Que en principio no es una diosa, sino una advocación de la divinidad suprema, que era invisible, impalpable e innombrable. Asociada a La Tierra como “ser vivo y con conciencia”.

 

La Trinidad Mesíanica

Otra particularidad en la Trinidad Eliasista es que existe una Trinidad Personal Mesiánica y Humana formada por Moisés de Leví, Jesús de Nazareth y Elías el Prometido, que no es deífica sino humana, de seres excepcionales, verdaderamente santos, enviados por Dios en cumplimiento a sus promesas y para consumar el plan divido en cada una de las eras, de acuerdo a lo que ya he mencionado en párrafos anteriores y al principio del presente trabajo.

 

Los alcances humanos, dones divinos para su propia revelación

Ciertamente que la percepción humana ha llegado a entender la existencia de la Trinidad Divina y su posible comprensión, al navegar por todos los caminos que su búsqueda le ha abierto; ha recibido por inspiración y por iluminación, por contemplación y por análisis, inclusive ha desbordado en imaginación y creado antropomorfas figuras del Supremo Ser; todo ello ha elevado al hombre hasta casi rozar el cielo y le ha llevado hasta las mismas puertas celestiales que el Teólogo Juan nos narra en su Apocalipsis.

Desde luego esto ha sido posible siempre en tiempos de libertad para el alma pensante, porque cuando no se ha hecho así, cuando se ha puesto límite y mordaza al pensamiento inteligente por efecto del temor generado en las necedades dogmáticas de alguna religión ciega, cuando a través del miedo confundido con la fe se ha infringido el innegable derecho de la realización humana, cuando todo eso ha sucedido sólo se han dejado entrever partes dispersas de la trinidad, fragmentos que de no integrarse mostrarían por siempre a la sublime verdad trinitaria, como un firme misterio incomprensible.

 

La verdad hará libres a quienes la encuentran

«El que busca encuentra y al que toca se le abrirá». Ciertamente, el único misterio que rodea en nuestros días a la Trinidad, es aquel que la mente temerosa y retrograda le impone. Por fortuna en nuestro tiempo de luces, son más los que rompen las mordazas que los que las imponen y aún son menos los que las aceptan, con ello se aumenta la cercanía hacia la verdad que nos permite contemplar a la Trinidad como algo dado al hombre por El Eterno, para ser comprendido en la mente y el alma humana; y no para hacer del hombre un esclavo de la incertidumbre.

Precisamente es la manifestación luminosa -como Luz- del Espíritu Santo que es la Tercera Persona de la Trinidad Divina, quien hace efectiva la promesa de llevar al entendimiento humano por herencia La Sabiduría Divina y La Luz Verdadera. El Espíritu Santo en nosotros es la presencia de la Verdad.

 

La manifestación cristiana de la trinidad

Para un análisis certero se debe tomar en cuenta que en tiempos de Jesús, la Trinidad formada por Padre, Hijo y Espíritu Santo aún estaba por manifestarse en plenitud, como se asegura en el siguiente pasaje «Este es el Espíritu de la Verdad que el mundo no puede recibir porque no lo ha visto, ni lo conoce» (Juan 14:17); tan sólo recordemos que el mismo Hijo de Dios anunciaba la efectiva y total llegada del Espíritu Santo como algo futuro, denominándolo con los nombres de El Espíritu de Verdad o El Espíritu Consolador, según se relata en el Evangelio de Juan de los capítulos 15 al 18. Ha de mencionarse que realmente el Espíritu Santo había «deambulado» por el mundo, desde el tiempo de la Creación y se había manifestado en diferentes formas a la humanidad; principalmente se había manifestado como Luz inspiradora para ciertos personajes escogidos de los cuales algunos se mencionan en la Biblia con la alusión «y vendrá con la Luz del Espíritu Santo» o bien «estaba lleno de Espíritu Santo» como sucede con Juan Bautista y Zacarías el sacerdote, por citar algunos. Pero la más clara presencia del Espíritu Santo se revela en el momento de la concepción de María, quien sin intervención de varón quedó fecundada.

Dado que entendemos por nuestra formación lo que significan el Hijo y el Padre en esta Divina Trinidad; para entender mejor lo que el Espíritu Santo significa citaré algunos versículos importantes al respecto:»En verdad os digo, se perdonarán a los hombres todos sus pecados e incluso si hablaron de Dios en forma escandalosa y sin importar que lo hayan hecho repetidas veces. Pero el que ofenda al Espíritu Santo no tendrá jamás perdón sino que arrastrará por siempre su pecado» (Mat.3:28-29). «Yo les enviaré desde el Padre al Espíritu de la Verdad, que procede del Padre mismo. Este intercesor cuando venga presentará mi defensa»(Juan.15:26).»En verdad les conviene que yo me vaya porque si no me voy el Consolador no vendrá a ustedes. Pero si me voy se los mandaré. Cuando el venga rebatirá las mentiras del mundo y mostrará cual ha sido el verdadero pecado, quien es el justo y quien es condenado»(Jua.16:7-8).»Y cuando venga él, El Espíritu de la Verdad los introducirá a la verdad total, él no vendrá con un mensaje propio sino que repetirá lo que ha escuchado y les anunciará las cosas futuras. Me glorificará porque recibirá de lo mío para revelárselo a ustedes»(Juan.16:13-14).

Cuando se reafirma la presencia de la Trinidad «nueva» que en ese momento se manifestaba fue cuando El Maestro dice a sus discípulos «Por eso vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo»(Mat.28:19).

 

Con la llegada del Espíritu de la Verdad, se niega que el conocimiento de la trinidad sea o haya sido “un misterio”

Antes el Espíritu Santo era para unos cuantos que lo recibían por gracia otorgada de manos de los apóstoles; en este tiempo es para todo aquel que lo busca y lo llama.

La concepción de la Trinidad se ha obtenido de la interpretación y discernimiento; que a partir de la contemplación el pensamiento humano ha hecho para comprender las tres grandes manifestaciones de la Divinidad, en medio del mundo conocido.

 

La Trinidad son las tres maneras más originarias en las que la divinidad se manifiesta

En algunos momentos, como sucede en el Oriente Hindú se concibe la Trinidad en sus manifestaciones de: Creación, Conservación y Destrucción; ahora para la moderna teofanía las revelaciones divinas son identificadas como PODER, como AMOR y como LUZ, y así es como el Eliasismo lo entiende y de ello ha desarrollado todo un profundo estudio, que se imparte en el Centro Eliasista de Estudios Ministeriales, además de otras tantas materias de diversa índole (teológico, litúrgico, filosófico, humanístico, etc.).